Aprovechar un feriado para viajar es uno de los placeres más soberbios que puedo tener en la vida (aparte de comer chocolate). Lo puedes interpretar como más se ajuste a tu entendimiento, como quieras percibirlo. Sólo quiero acotar que es tan adictivo, tan intenso e inmensamente gratificante. Es una manera de gastar el dinero sin arrepentimientos:
Sollozar y musitar «¿por qué gasté el maldito dinero de esa manera, por qué?».
Manta es una ciudad que tiene sus atractivos: lugares para comer, confiterías, restaurantes, bares, hostales, hoteles, supermercado y próximamente su propio centro comercial (de toda una inmensa cuadra). Aún existen ciertas zonas que están en remodelación, molesta un poco pero al final será para bien. Pero más allá de eso, lo mejor fue visitar ciertas playas cercanas, tales como El Murciélago, Santa Marianita y San Mateo.
El viaje por carretera en auto propio tomó un poco más de 5 horas (partimos desde la ciudad de Guayaquil). Mientras caía el sol se pudo apreciar el paisaje verde y ciertos pueblos, pero al caer la noche la sombra nos abrazó en absoluto. Recomiendo que se guíen por GPS.
Les dejo un extracto de lo que el lente captó en este viaje:
El Centro Cívico se localiza en lo alto del cerro Montecristi (antes de llegar a Manta). Existe un pequeño museo que muestra fotografías, pergaminos originales, extractos de la historia y frases destacadas del Gral. Eloy Alfaro y su revolución.
También se encuentra un mirador para apreciar todo Montecristi. Recorriendo un poco más se encuentra las artesanías confeccionadas con paja toquilla (principalmente los sombreros de este material), mimbre, piquigua, plástico y madera.
Lastimosamente por el poco tiempo (y porque mi contacto no estuvo en Manta) conocí poco de Manta. Sin embargo, más adelante volveré para visitar otros balnearios y playas para dejarme encantar.
Así que esto no es un adiós sino un hasta luego.